Por Laki Quispe y Noelia Carrazana
La celebración de la muerte en las Comunidades Indígenas Kolla y Mapuche refleja una cosmovisión en la que el tránsito al más allá se vive como un acto de integración espiritual y comunal, alejado de las prácticas urbanas y occidentales. Mientras en las ciudades los rituales mortuorios se realizan en cementerios regidos por normas cristianas, en las Comunidades Indígenas el «Buen Morir» es una ceremonia sagrada que honra la tierra, el territorio y a los ancestros. Sin embargo, estas prácticas y sus significados están en constante riesgo de desaparecer debido a la falta de legislación, el irrespeto hacia sus espacios sagrados y el desconocimiento de estos derechos culturales.
Ritos de Despedida en la Comunidad Kolla
José Rubén Flores Gregorio, guía espiritual de Jujuy, explica que el funeral en la cultura Kolla no está marcado por el dolor ni la culpa, sino por la celebración de un ciclo cumplido en armonía y alegría. La muerte es considerada como parte de la vida, pues el tiempo indígena no es lineal, es circular, continuo, se culmina un ciclo en un plano y empieza otro en otro mundo. En el pasado, los ancestros eran enterrados en posiciones fetales en sus propias tierras, donde también están los restos de sus ancestros, acompañados de sus pertenencias, en antigales, que son espacios sagrados comunitarios, donde existe la waka, los sitios donde reposan los difuntos. Este enfoque contrasta profundamente con la visión cristiana de la muerte como separación, caracterizada por la tristeza y la incertidumbre sobre el destino final del alma.
«Un funeral tradicional del Pueblo Kolla que ha vivido bien es realmente una fiesta. Se ritualizaba con koa, molle, laurel o romero, y también con la presencia del fuego como elemento purificador», explica Flores Gregorio. Este ritual simboliza la unión con el Hanan Pacha o «mundo de arriba«, donde el difunto se integra con los guías espirituales y dioses tutelares, dejando una guía protectora para su Comunidad.
Restricción de Espacios Sagrados
Estos lugares sagrados, antes destinados a rituales de despedida, han sido devastados con el paso del tiempo debido al avance extractivista y al impacto de la colonización. Flores Gregorio lamenta:
«Hoy, cuando alguien parte, y si no tienen un lugar sagrado propio, lo llevan a los cementerios separados de su tierra y con normas occidentales”. Antes, las Comunidades Kollas tenían espacios exclusivos para honrar a sus muertos, donde se sentían en comunión con la Pachamama y otros espíritus ancestrales. Sin embargo, muchos de estos lugares han sido transformados en destinos turísticos o zonas de explotación, ignorando su valor espiritual y ancestral.
Fagocitación de la Cultura Andina
Otro factor de este despojo es la influencia de la Iglesia Católica, que ha absorbido y transformado las prácticas ancestrales. Flores Gregorio señala: «La Iglesia fue fagocitando las creencias religiosas y culturales de cada lugar, modificando cada evento espiritual de las Comunidades Originarias». El Día de las Almas es un ejemplo de este sincretismo: aunque sigue siendo un tiempo para honrar a los ancestros, su celebración se ha adaptado a un modelo que difiere de su origen, alejando a las nuevas generaciones de las prácticas de sus antepasados. Esta pérdida no solo afecta a las familias, sino también a la memoria colectiva y la conexión con las raíces culturales.
Funeral Mapuche: Conexión con el Agua
Para el Pueblo Mapuche, la despedida de los difuntos es al igual que la cosmovisión Kolla un acto comunitario y sagrado. Nestor Cuneo, miembro de la Comunidad Mapuche Epu Lafken de los Toldos, describe: «Una vez que la persona deja su cuerpo físico, se necesitan cuatro días de ceremonia, durante los cuales la Comunidad acompaña a la familia.» Esta tradición incluye el uso de caballos, el sacrificio de animales y la preparación de alimentos y bebidas, elementos esenciales para facilitar el tránsito del alma. Además, el lugar de descanso debe estar cerca de una fuente de agua, como ríos o lagunas, simbolizando la conexión con la vida y el ciclo natural.
La ritualidad del Buen Morir del Mapuche ha sido arrancada de las comunidades del sur argentino desde la «Campaña del Desierto«, promovida por Julio Argentino Roca. Actualmente, lugares sagrados como el Cementerio Mapuche de la Laguna La Azotea de los Toldos enfrentan presiones de las autoridades municipales, que buscan transformarlos en áreas recreativas, ignorando su valor ancestral. La Pillan Kushe (guía espiritual) María Elena Tripailaf de la comunidad Lof Painefilu del volcán Lanín denuncia que: “El estado argentino nos ha impuesto un idioma, una religión, nosotros tenemos nuestro propio feyentun (ceremonia espiritual), nos han impuesto la forma la manejar administrativamente, de cobrar y para nosotros no es así, un cementerio es sagrado”.
Una lucha que dan desde siempre los pueblos indígenas tiene que ver con el rescate de la identidad y la memoria, lo cual no quiere decir que, como en este caso, los ritos se deban realizar exactamente como antes del genocidio de Roca a las comunidades Mapuche, sino que los pueblos también tienen derecho a recrear sus prácticas. Para María Elena: “Muchos lamien (hermanos) dicen que asi celebrabamos antiguamente, nuestro Kimün (conocimiento ancestral) está vivo, nuestra cultura, nuestro idioma, nuestro Eluwün (ceremonia de regreso del che -persona- a la Mapu-territorio) todo está vivo. Lo tenemos que hacer es llevarlo a la práctica, no es que ya pasó, nosotros estamos vivos. Estamos de pie y eso también tenemos que entender, que tienen que hacer valer su derecho, que tienen que hacer valer su identidad, tienen que hacer valer su conocimiento porque si no, ¿Qué vamos a esperar? que el estado decida por nosotros, no puede ser, ya decidió mucho años y no puede seguir decidiendo por nosotros, nosotros tenemos que decidir en comunidad”.
La Lucha por el Reconocimiento Legal
Nestor Cuneo enfatiza la necesidad de leyes que respeten y preserven estos lugares sagrados. «Es necesario contar con una legislación provincial que otorgue un estatus legal diferente a los cementerios Mapuche, bajo una lógica interepistémica«, señala. En este sentido, Néstor sugiere que las leyes deben construirse no solo desde el marco legal occidental, sino también desde los saberes, valores y cosmovisiones propias del Pueblo Mapuche. Esto implica un diálogo entre sistemas de conocimiento distintos, donde se reconozca y respete la importancia espiritual, cultural y territorial que tienen los cementerios para esta Comunidad, más allá de los criterios convencionales de derecho o propiedad.
En este sentido la Pillan- Kushe expresa que: “Tenemos que mantener la memoria viva, el Kimun no se ha perdido, la forma de hacer el Eluwün no se ha perdido, lo estamos recuperando, lo estamos revitalizando, yo creo que mucho tiempo se estuvo en silencio, se dejó hacer al estado, a los municipios, pero ya creo que basta, yo creo que el Eluwün lo tenemos que manejar nosotros, sería entregar la historia si pasa al municipio, sería una vez más un manoseo hacia la comunidad». En el caso de la Laguna La Azotea existe una interés por parte del municipio de General Viamonte de querer ser el responsable del dominio de esas tierras, a lo cual María Elena es enfática al señalar que: “Muchas imposiciones que que se tuvo, que se tiene, que se quiere seguir teniendo, pero nosotros mantenemos viva la cultura. Nosotros mantenemos el Kimun, nosotros mantenemos la memoria, no la hemos entregado al Estado, sino que nos han saqueado el conocimiento, nos han saqueo el territorio, nos han saqueado nuestras autoridades, un montón de cosas que está en deuda el Estado, es hora de recuperar lo que es nuestro, hay leyes que nos amparan”.
Y en esta línea, la investigadora y antropóloga Marina Sardí aporta una perspectiva crítica sobre el manejo de los cementerios Indígenas desde los principios éticos predominantes en la antropología y la arqueología. Según explica, el consentimiento informado, considerado un pilar ético en la investigación científica, rara vez se aplica en el estudio de restos humanos. “Uno de los principios más importantes de la bioética es el consentimiento informado; que se trata de un procedimiento por el cual un sujeto acepta participar en una investigación, conociendo debidamente los riesgos”, señala.
Sin embargo, Sardí advierte que este estándar no se exige en contextos que involucran cementerios Indígenas. “Cuando se trata de estudiar restos humanos las universidades y los organismos que financian la investigación no exigen la obtención del consentimiento informado”, denuncia, subrayando que esta omisión desconoce los derechos de las Comunidades Indígenas vinculadas a esos territorios. Además, agrega que “si se trata de cementerios que no han vuelto a ser utilizados como tales, se asume tácitamente que no hay comunidades vinculadas con ellos”.
Estas prácticas evidencian la falta de un enfoque que articule los principios éticos occidentales con las cosmovisiones Indígenas, lo que refuerza la necesidad de avanzar hacia una legislación bajo una lógica interepistémica. Este enfoque permitiría no solo garantizar la aplicación del consentimiento informado, sino también incorporar los valores y prácticas ancestrales en la toma de decisiones. En este sentido, las Comunidades Indígenas deben ser consideradas como actoras principales en la preservación y manejo de sus cementerios, respetando su relación espiritual y territorial con estos espacios sagrados.
Un Contraste con la Modernidad Occidental
Las visiones Kolla y Mapuche sobre la muerte contrastan con la perspectiva cristiana y urbana, donde los cementerios son espacios regulados exclusivamente para el duelo. En cambio, las tradiciones indígenas celebran la partida como un acto de trascendencia a otro plano, a otro mundo, también con alegría expresada a través de la música y en hermandad entre los familiares, amistades y la vecindad que acuden a dar fuerza a la persona fallecida.
El Camino Hacia la Recuperación de los Derechos
La lucha por preservar y revitalizar estas prácticas ancestrales para un buen vivir- buen morir no solo es un desafío sino también una resistencia frente a los embates de la modernidad, el extractivismo y la colonización. La urgencia de una legislación interepistémica, que integre las cosmovisiones indígenas con el marco legal occidental, es clave para garantizar que estos espacios sagrados no sean devastados ni apropiados. Este camino hacia la reparación no solo resguarda las ritualidades, identidad y memoria de estas comunidades, sino que también ofrece una lección profunda sobre la conexión humana con la tierra y la trascendencia.
Honrar la memoria de los ancestros y ancestras es un derecho y para ello es esencial un cambio en el sistema legal y un compromiso estatal que garantice estos derechos culturales, permitiendo que cada culminación de ciclo o despedida sea una fiesta en el eterno ciclo de la vida y la muerte.
——————————————————————————————————————————————
La nota es parte de un informe realizado por TeleSISA y Minka Comunicación. Es una serie de notas periodísticas titulada Cementerios Indígenas – Por el derecho al Buen Vivir, Buen Morir, que examina la historia, los desafíos legales y la cosmovisión de los cementerios indígenas. A través de casos en Jujuy, Neuquén y Los Toldos, exploramos las experiencias y luchas de estas Comunidades por preservar sus espacios de entierro, abordando temas como la Ley de Cementerios Indígenas, los rituales de despedida y la defensa de estos territorios frente a intereses externos.
1° Nota: Cementerios Indígenas: acceso desigual a la Convivencia con la ancestralidad