Por Noelia Carrazana
El 14 de noviembre el Parlamento de Nueva Zelanda suspendió temporalmente la sesión del jueves en la que se debatía un controvertido proyecto de ley para revisar los derechos de la población maorí, después de que la diputada indígena Hana-Rawhiti Maipi-Clarke rompió una copia de dicho proyecto y realizó un Haka en protesta. Este acto de desafío fue un símbolo de resistencia frente a un proyecto de ley polémico que busca reinterpretar el Tratado de Waitangi , firmado en 1840 entre el Reino Unido.
Diputados maoríes lograron suspender la sesión del Parlamento. Y lo han hecho con uno de sus símbolos más potentes: un ‘Haka’, el tradicional canto de los pueblos indígenas del país que incluye gritos y golpes en el pecho y el suelo. Un cántico que se ha utilizado como señal de protesta para reivindicar los derechos de los maoríes.
El hecho ocurrió durante una votación preliminar sobre un proyecto de ley para reinterpretar los principios de un tratado que regula desde 1840 las relaciones con el pueblo indígena, una propuesta polémica que ha sido criticada porque podría menoscabar sus derechos, y que ha llevado a protestas, no solo entre los diputados, también en las calles, con manifestaciones de miles de personas desarrollándose este viernes.
El proyecto fue presentado por David Seymour, líder del partido libertario ACT Nueva Zelanda, que forma parte del actual gobierno de coalición y estaba a un paso previo para su posible aprobación. El “Haka»desató una gran controversia y llevó a la expulsión de dos diputados del Partido Te Pāti, entre ellos Hana-Rawhiti, quien inició el ritual de protesta.
El partido promotor de la medida busca incorporar en la legislación de Nueva Zelanda una interpretación “más estricta” del Tratado de Waitangi. El tratado, a juicio de los liberales, contiene ‘beneficios’ hacia los maoríes y consideran que esto es en detrimento del resto de la población.
Este Tratado regula las relaciones del Estado con los maoríes, que conforman el 20% de la población neozelandesa, de más de 5 millones de habitantes. Seymour asegura que la propuesta aborda el “concepto de los principios del Tratado”, que fueron introducidos por el Parlamento de Nueva Zelanda en 1975 sin definirlos, lo que insinúa habría permitido favorecer a esta población.
Esta propuesta ha desatado una fuerte oposición, con miles de personas manifestándose en las calles en contra de la iniciativa, a pesar de que David Seymour, líder de la formación, ha acusado a los opositores de generar “miedo y división”.
Las protestas contra el proyecto se han intensificado, alcanzando el viernes su décimo día consecutivo con manifestantes desplazándose desde el norte del país hacia Wellington, la capital. Se espera que la marcha llegue a la ciudad el martes, cuando se celebrará una gran manifestación.
El Haka se convierte en un canto de lucha y defensa por los derechos maoríes
La diputada Hana-Rawhiti Maipi-Clarke ya había realizado un Haka en el momento de jurar su cargo, entonces el jueves cuando se pidió a los legisladores del partido maorí su voto, la diputada se puso en pie y comenzó el canto, que fue seguido por el resto de compañeros. El presidente de la Cámara de Representantes, Gerry Brownlee, visiblemente molesto, intentó impedir que continuaran pero, al ver que era imposible, decidió suspender la sesión y cortar la transmisión. Además, suspendió por un día a Hana-Rawhiti Maipi-Clarke del Parlamento.
El ‘Haka’ se hizo conocido por su utilización por parte de la selección de rugby nacional ‘All Blacks’. El colíder del Partido Maorí, Rawiri Waititi, explicó en declaraciones a Radio New Zeland que su intención era desafiar al Gobierno con este acto. “Nos encanta cuando lo hacen los ‘All Blacks’, pero ¿qué pasa cuando lo hacen en un lugar donde desafían la violencia y la violencia continuada de una Cámara que lo ha hecho durante cientos de años?, dijo el político.
Esta población indígena sigue experimentando discriminación institucional, así como tasas desproporcionadamente altas de pobreza, encarcelamiento, enfermedades, abusos domésticos y suicidios, entre otros problemas.
Fuente: La Vanguardia, La Razón.es