Evelia Murillo: La maestra que trabajaba en una comunidad wichí y entregó su vida por defender a una alumna

Por Noelia Carrazana

En la Argentina profunda, donde las escuelas rurales funcionan en condiciones precarias y alejadas de todo apoyo estatal, la figura de Evelia Carmen Murillo se convirtió en un símbolo de entrega y coraje. Maestra jardinera y madre, eligió enseñar en la escuela-albergue del paraje El Bobadal, en Tartagal, Salta, donde convivían niños criollos y wichíes.

Un crimen en el Chaco salteño

La noche del 2 de octubre de 2014, Evelia recibió la alerta de una alumna wichí de 18 años, un hombre de la zona en estado de ebriedad le había ofrecido dinero a cambio de sexo, y, tras su rechazo, intentó someterla por la fuerza. La joven buscó refugio en la escuela y avisó a la docente. Evelia salió al patio y enfrentó al agresor, José Tomás “Maco” Cortez, exigiéndole que se marchara. El hombre se retiró, pero poco después volvió armado con una escopeta. Sin mediar palabra le disparó a corta distancia y la docente cayó mortalmente herida en la entrada de la escuela, mientras los ocho alumnos que estaban en el albergue corrían aterrados hacia el monte cercano.

Los niños pasaron horas escondidos en la oscuridad del bosque, un entorno que conocían desde pequeños. Una de las alumnas logró trepar a un sector con señal de celular y enviar un mensaje a otras maestras rurales: “La mataron a la maestra Evelia”. La policía llegó recién al día siguiente. Encontraron el cuerpo en el patio y horas después, localizaron a los alumnos que habían huido.

El asesino se internó en el monte y permaneció prófugo durante varios días hasta entregarse. En 2016 fue condenado a prisión perpetua por homicidio calificado en un juicio donde declararon las alumnas, la cocinera de la escuela y colegas de Evelia.

La tragedia puso en evidencia las condiciones en que trabajan las maestras rurales del norte argentino: aislamiento, caminos intransitables, falta de agua, ausencia de comunicación y escasa protección frente a hechos de violencia. Evelia y otras docentes eran a la vez educadoras, cuidadoras y referentes de comunidades enteras.

Salta es una de las provincias argentinas con mayores índices de violencia contra las mujeres en proporción a su población. Según el Observatorio de Violencia contra las Mujeres, miles de denuncias se registran cada año, y los femicidios colocan al territorio entre los más afectados del país. El asesinato de Evelia Murillo se inscribe en esa trama de violencia estructural que golpea con fuerza a las mujeres, en particular a las que habitan zonas rurales e indígenas.

En 2022, el Concejo Deliberante de la ciudad de Salta la declaró “persona destacada post mortem” y la escuela Nº 4670 pasó a llevar su nombre como reconocimiento a su trayectoria y compromiso con la educación en comunidades rurales e indígenas.

Hoy, su nombre permanece en la escuela del paraje El Bobadal y en la memoria de sus colegas y alumnos. Para muchos, su historia refleja tanto la vulnerabilidad de las comunidades del Chaco salteño como el compromiso de quienes, pese a la adversidad, eligen enseñar en los rincones más olvidados del país.

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