Por Noelia Carrazana
La Paz. – Bolivia atraviesa un momento de inflexión tras las elecciones generales del 17 de agosto de 2025, que marcaron un quiebre en el panorama político nacional. Por primera vez en dos décadas, el Movimiento al Socialismo (MAS) quedó fuera de una segunda vuelta presidencial. El partido, que había gobernado el país de manera continua desde 2006, cayó a menos del 3% de los votos, pasando de 75 curules en la Asamblea Legislativa a solo dos. La segunda vuelta, prevista para el 19 de octubre, será disputada entre Rodrigo Paz Pereira (32%) y Jorge “Tuto” Quiroga (27%), confirmando el cierre de un ciclo político y el inicio de otro caracterizado por la ausencia de hegemonías.

En este contexto de cambio, el 22 de agosto se conmemoró el natalicio de Felipe Quispe Huanca (1942–2021), dirigente aymara conocido como El Mallku, considerado una de las figuras más influyentes de la política boliviana contemporánea.
Un líder central en los levantamientos sociales y la política boliviana
Quispe nació en la comunidad de Ch’ixilaya, en el altiplano paceño, y desde joven se vinculó a movimientos campesinos e indígenas. En la década de 1990 fundó el Movimiento Indígena Pachakuti (MIP), con el cual llevó por primera vez al escenario electoral una propuesta abiertamente indígena. En las elecciones de 2002 obtuvo seis escaños en la Cámara de Diputados, donde introdujo debates sobre autodeterminación y racismo estructural. “Nosotros no queremos mestizarnos ni integrarnos. Queremos vivir como aymaras, con nuestro propio gobierno”, declaró entonces, en una frase que sintetizó su horizonte político.
Su papel fue decisivo durante la Guerra del Agua en Cochabamba (2000) y, especialmente, en la Guerra del Gas de 2003. A través de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), Quispe organizó bloqueos en el altiplano y articuló a comunidades rurales con movimientos urbanos que exigían frenar la exportación de gas por puertos chilenos. Aquellas movilizaciones derivaron en la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, un hecho que cambió la historia política boliviana.
En 2019, tras la renuncia de Evo Morales y la instauración del gobierno transitorio de Jeanine Áñez, Quispe volvió a emerger como un referente de resistencia. Coordinó bloqueos y movilizaciones campesinas en rechazo al golpe de Estado, que jugaron un papel clave en la presión social para convocar nuevas elecciones en 2020. Aunque no volvió a ocupar cargos públicos, su capacidad de articulación demostró que seguía siendo un actor central en los momentos de crisis. En varias notas de Red Eco Alternativo se puede encontrar el destacado papel que tuvo como organizador de las masas que salieron a defender la democracia en el país andino:
Felipe Quispe falleció el 19 de enero de 2021, oficialmente por un paro cardíaco. Sin embargo, en el contexto de la pandemia de Covid-19, surgieron versiones contradictorias que dejaron dudas sobre las causas exactas de su muerte. La noticia de su partida generó multitudinarias expresiones de duelo, con marchas y vigilias en ciudades como El Alto y La Paz, donde comunidades indígenas lo despidieron como uno de sus principales líderes.
Su legado permanece vigente en la memoria colectiva. La célebre frase pronunciada en 1992 en una entrevista televisiva –“No quiero que mi hija sea su sirvienta”– se convirtió en un símbolo de dignidad para trabajadores del hogar, campesinos y migrantes aymaras en las ciudades. Sus escritos, como Tupaj Katari vive y vuelve… carajo (1988) y Mi militancia (2018), son hoy referencia obligada para comprender la relación entre movimiento indígena, Estado y poder en Bolivia.
El Mallku entendió la política como guerra contra el colonialismo, pero también como pedagogía de la dignidad. Supo inyectar a miles de campesinos, mineros, mujeres de pollera, estudiantes y jóvenes urbanos la certeza de que la Bolivia india podía gobernarse a sí misma.
El Mallku eterno
Hoy, en un país sacudido por la caída del MAS y una economía en crisis, su nombre vuelve a resonar. No como nostalgia, sino como advertencia. Felipe Quispe no solo fue el “hombre imprescindible de la nación aymara”: fue el espejo donde la Bolivia marginada se vio por primera vez como sujeto histórico.
En la Bolivia de 2025, marcada por la derrota electoral del MAS y la apertura de un nuevo escenario político, el recuerdo del Mallku adquiere una renovada relevancia. Para muchos de sus seguidores, las ideas de Quispe sobre soberanía, justicia social y autodeterminación indígena continúan siendo una tarea pendiente. “El Mallku nunca se fue; su ajayu sigue presente en cada lucha”, expresaron organizaciones campesinas que participaron en los homenajes por su natalicio en La Paz y El Alto.
Su ajayu (espiritu) camina con los pueblos. En cada bloqueo, en cada wiphala levantada, en cada mujer de pollera que exige respeto, el Mallku vuelve. Desde el seno de la Pachamama, sigue siendo semilla, guía e interpelación.
“Yo seguiré luchando incluso debajo de la tierra contra los q’aras”, dijo alguna vez. Y así es: cada vez que el miedo amenaza con paralizar a los pueblos, su voz recuerda que el verdadero enemigo no es el ejército ni la oligarquía, sino ese miedo que nos habita.
Glosario:
Mallku significa jefe de los cóndores y se le da este nombre a las personas que son autoridades comunales en las comunidades aymaras
Q’ara es la palabra en aymara que se ha dado para identificar a los ‗blancos’, es decir, a los no-indios
