Por Noelia Carrazana
“Sergio Moro” dice el conductor de algún programa de radio al presentar el documental qué estrena la cineasta María Laura Cali: Sebastián Moro, el caminante. A casi cuatro años, aún su nombre es desconocido para algunos colegas mientras que la causa por su muerte avanza lentamente en la justicia boliviana. El caso no termina de llegar al grueso de la opinión pública.
La película visibiliza la historia de Sebastián, acompaña la causa que la familia está llevando en fueros locales e internacionales, según palabras de la propia directora. Para la realización de esta película se unieron Baraka Cine de Argentina/Marcelo Schapses, Buda Producciones de Mendoza y la Fundación Ukamau del gran cineasta boliviano Jorge Sanjinés.
Si bien no hubo un trabajo constante con el cineasta boliviano, en el documental se pueden ver algunas escenas de sus películas, que rompen con las imágenes que vienen relatando la historia del caminante, pero que son parte de la historia boliviana, tanto el nombre Sanjinés como icono del cine revolucionario, así como sus aportes a denunciar las atrocidades que hacían organizaciones norteamericanas en su país, como lo fueron las esterilizaciones que les realizaban a las mujeres indígenas sin su consentimiento.
“No se trata de hacer panfletos, para poder llegar a la gente hay que conmoverla, hay que interesarla y la forma de contar tiene que sacudir el espíritu del que ve, entonces la película tiene que ser bella, pero no por sí, sino para lograr el objetivo”, explica Sanjinés de cómo piensa sus películas y eso también lo que logra María Laura Cali durante los 95 minutos que dura la trama de este documental.
“Soñé, cuaderno, que la memoria está llena de olvido”, lee su mamá Raquel de un escrito de Sebastián. Recuerda cómo desde niño le gustaba jugar a ser periodista y hacer radio junto a sus dos hermanas y amigos. La película de Cali relata algunos hechos de la infancia y el trabajo de Moro en su Mendoza natal, su viaje a Bolivia, su ejercicio profesional allá y su muerte.
El caminante hace honor a su nombre; una de las cosas que más le gustaba hacer a Sebastián era caminar mientras fumaba un cigarrillo. Quizás allí armaba el hilo de sus escritos o podía encontrarse con lo más profundo de sus pensamientos para después volcarlos en una nota.
“Después de años de escribir en tercera persona sobre los mil y un testimonios, he optado por darme un lugarcito propio y seguir probando; tal vez sea el camino que de
a poco me vaya alejando del periodismo clásico para ir acercándome a la literatura.
Estaba muuuy aburrido y trabado de escribir notas a la manera clásica; trato de sufrirlas menos y disfrutarlas más… Para los que nos gusta despacharnos en largos textos (…), me parece que hay que sacudir al lector, sacarlo de su prejuicio de «qué bodrio», para que nos den una mínima oportunidad de llegar hasta el final, o sea, volver un poco a las formas de tipos como Roberto Arlt o Soriano (…) ¿A quién puede importarle un comino Bolivia si no los sacudo?” Así reflexionaba Sebastián en los correos que intercambiaba con su amigo y, también, editor de La 5ta Pata, Hugo De Marinis, estando ya instalado en los andes bolivianos.
En la película un actor de increíble parecido con Moro, aparece caminando, recorriendo las ciudades de La Paz y de El Alto, también en el teleférico, en los mercados, en la zona rural conversando con campesinos, los sujetos de sus notas.
Desde que comenzó a trabajar en Prensa Rural, el órgano de prensa de la CSUTCB (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia) como editor en jefe, Sebastián se especializó en los conflictos campesinos e indígenas de Bolivia. Una de las situaciones más complejas que le tocó vivir aparece en el documental de Cali: el conflicto de los campesinos desplazados violentamente de sus tierras en la comunidad de Chuñavi, en la zona rural de El Alto.
Su colega y amiga, la periodista argentina Gloria Beretervide, explica la situación: “Cuando Sebastián llega a Prensa Rural en 2018 ya los comunarios habían pedido varias veces ayuda y radicado denuncias en la Justicia, en la Gobernación y en diversos ministerios sin ningún eco. Sebastián no solo los escucha, sino que va al territorio, habla con los desplazados que se habían refugiado en la comunidad cercana de Patamanta. Escribe y denuncia al falso ayllu (comunidad) Qhana Pukara Kurmi, un rejunte de delincuentes, que disfrazados de “ayllu” se dedicaban a usurpar tierras por medio de violencia, intimidación, secuestros, robo, en las comunidades y localidades cercanas.”
Gloria explica que el periodista argentino a través de sus notas impulsa la causa y se “come” apremios varios del grupo de mafiosos de Fernando Rada Arteaga y su ONG, ‘Asociación Qhana Pukara Kurmi’. En octubre del 2021, mientras hacía la investigación periodística para la película de María Laura Cali, encuentra a Don Félix Tinta, uno de los comunarios expulsados de Chuñavi y refugiado en Patamanta, la comunidad vecina. Felix le dijo a la periodista que era inminente la recuperación de sus tierras, que los verdaderos dueños volverían a Chuñavi acompañados por la Justicia que había fallado a su favor, que la ocupación había sido ilegal y los mafiosos debían irse.
“Sebastián Moro fue entonces considerado como la voz del campesinado en la sede de gobierno. Sus notas en Prensa Rural eran leídas en el clipping de gobierno y aparecían replicadas en algunos de los portales de los ministerios”, afirma Gloria Beretervide. Prensa Rural se transformó así en un órgano importante de difusión de las comunidades campesinas.
MACRISMO, CENSURA, EL VIAJE A BOLIVIA
En 2016 asume la presidencia Mauricio Macri; así como para muchos trabajadores, la vida de Sebastián fue un antes y un después del gobierno de Macri. Gabriela Figueroa se convierte en la directora de Radio Nacional de Mendoza, y ahí comienzan los problemas para Sebastián: 250 de sus crónicas sobre los juicios de Lesa Humanidad de Mendoza desaparecen de la página web del medio nacional. También deja de tener aire en Radio Nacional de Mendoza su programa “Despacito y por las piedras”, que realizaba junto a su hermana Penélope, a Eva Guevara y a Esteban Prieto, donde se trataban casos de denuncias sobre gatillo fácil y violencia institucional, amenizados con literatura y música.
Sebastián llega a Bolivia a principios del 2018 buscando “el proceso de cambio que llegó con Evo Morales en 2005”, cuenta su mamá Raquel mientras que su hermana Penélope habla sobre la simpatía que Sebastián guardaba para con el gobierno del Movimiento al Socialismo. En palabras de Sebastián: “Todavía no alcanzó a la semana en Bolivia y cada minuto me siento más deslumbrado en todos los sentidos, materiales y no, sociales, políticos y profundamente históricos. Cada vez estoy más decidido a vivir y trabajar aquí.”
Aquel pibe que se fue desilusionado de la política argentina, ese pibe que también le gustaba el fútbol y que jugaba así como andaba por la vida: con el pantalón que lo encontrara y siempre con un morral al costado, a ese pibe le costó, pero finalmente consiguió trabajo en Prensa Rural, el medio de comunicación de la CSUTCB (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia), comenzó también a trabajar en la radio de la central sindical: Radio Comunidad y allí conoció a uno de sus mejores amigos, Marco Moscoso, quien es uno de los principales relatos que tiene el documental.
“Su papá le leía el diario Página 12 cuando él era muy chiquito, entonces para él fue
muy significativo ese mes de octubre”, cuenta Raquel Rochietti. Fue cuando el diario Página 12 le pidió que fuera su corresponsal durante las elecciones bolivianas de octubre de 2019.
“Todos sabíamos que iba a ser una elección difícil”, afirma la directora. “No imaginábamos la tortura, la violencia, sentí que estaba viviendo otra época de Latinoamérica”, agrega Cali refiriéndose a la espiral de violencia generada por la oposición para evitar otro triunfo del MAS y prevenir la asunción al poder de la dupla Evo Morales-Álvaro García Linera.
En este trabajo, el recurso que se usa son los audios de WhatsApp de Sebastián Moro (el protagonista) que va relatando todo ese proceso en sus comunicaciones cotidianas con su familia y amigos. María Laura los usa para que el propio protagonista cuente la historia junto a los testimonios de familiares y amigos.
“Hay un clima de guerra, no estoy asustado” se lo escucha decir a su familia en los audios. Moscoso agrega, además, que desde el sábado 9 de noviembre de 2019 sabían que tenían que esconderse, que “algunas casas y personas estaban marcadas en las redes sociales, y muchos desactivaron su celular y sólo se comunicaban con llamadas de línea. Había mucho miedo”, tanto él como otras personas que trabajaban en el gobierno del Movimiento al Socialismo tuvieron que salir hacia Perú o Argentina para salvar sus vidas.
Pero esa noche de noviembre Sebastián no vislumbraba ninguna amenaza, “no pasa
nada en este barrio concheto” decía en un audio al WhatsApp familiar. Sebastián salió a Caminar…
“Si me quedaba una semana más en Buenos Aires, te juro que todos los días seguía yendo a ver el Documental a mí no me martiriza verlo, es como que estoy adentro de la pantalla, siento como si yo estuviera con mi hijo para no alejarme nunca más de él”, declara Raquel.
“El docu es un documento más, que nadie va a poder borrar, no, nadie lo va a poder borrar, incluso le dije a Laura que la voz que lee el Autorretrato a los Veinte Años de Roberto Bolaños se parece a la voz de Sebastián, pero no es, y María Laura me dice ‘pero sí es’. Me volví a morir”, susurra Raquel.
Me dejé ir, lo tomé en marcha y no supe nunca
hacia dónde hubiera podido llevarme. Iba lleno de miedo,
se me aflojó el estómago y me zumbaba la cabeza:
yo creo que era el aire frío de los muertos.
No sé. Me dejé ir, pensé que era una pena
acabar tan pronto, pero por otra parte
escuché aquella llamada misteriosa y convincente.
O la escuchas o no la escuchas, y yo la escuché
y casi me eché a llorar: un sonido terrible,
nacido en el aire y en el mar.
Un escudo y una espada. Entonces,
pese al miedo, me dejé ir, puse mi mejilla
junto a la mejilla de la muerte.
Y me fue imposible cerrar los ojos y no ver
aquel espectáculo extraño, lento y extraño,
aunque empotrado en una realidad velocisima:
miles de muchachos como yo, lampiños
o barbudos, pero latinoamericanos todos,
juntando sus mejillas con la muerte.
Fotos: incaa, lmdiario